Las mariposas y polillas nocturnas, conocidas como lepidópteros, constituyen una amenaza para el huerto cuando se encuentran en forma de oruga. En esta etapa de su ciclo de desarrollo son grandes devoradoras de hojas, que pueden causar la defoliación entera de una planta en cuestión de un par de días.
A veces es más fácil ver el rastro que dejan: hojas a medio comer, frutos perforados, pequeñas bolitas negras (excrementos), … , que ellas mismas, por lo que es necesario saber un poco más de ellas para distinguirlas.
Orugas más frecuentes en el huerto
- Oruga perforadora del tomate o taladro del tomate (Heliothis armigera).
Su longitud es de 3-4 cm, presentado un color que varía entre amarillento-pardo- verdoso, pero sobre todo se distingue por una banda verde más oscura.
Es común verla en tomateras, aunque tampoco le disgusta el maíz, pimiento, o plantas leguminosas. Tiene predilección por las zonas de la planta en las que se concentra una mayor cantidad de nitrógeno, atacando principalmente al fruto. En el caso de los tomates, buscan los tomates más jóvenes, en los que penetran y consumen su interior, dejando unos característicos agujeros y túneles que aceleran la pudrición del tomate.
- Oruga de la col o Blanca de la col (Pieris brassicae).
El adulto es una de las mariposas diurnas más reconocibles, con las alas de color blanco y con un par de puntos negros, dejándose ver desde primavera hasta principios de otoño entre coles, nabos y rábanos.
Las orugas o larvas son de color gris verdoso con 3 líneas amarillas, resaltando en su dorso varias manchas negras, aspecto que junto a su desagradable olor sirve para espantar a los depredadores. Las larvas viven en grupo y conforme van mudando y aumentando de tamaño crece también su apetito, por lo que es muy importante la detección de las larvas más jóvenes para evitar daños mayores.
- Plusia (Autographa gamma).
Cuando se encuentra en la forma de oruga, ésta destaca por su color verde y los 3 pares de patas que posee en tórax y abdomen, que le atribuyen un curioso andar. Puede aparecer como plaga a finales de verano o principio de otoño, aunque en la zona sureste se da una sucesión continua de generaciones.
Son activas tanto por el día como por la noche, mordisqueando casi sin pausa las hojas de gran variedad de plantas: berenjena, calabacín, judía melón, sandía, tomate (puede también atacar al fruto), menta, albahaca y hierbabuena. La defoliación es mayor en caso de plantas jóvenes y plantas de semilleros.
Otras orugas que también hay que destacar es el Gusano de la Col (Mamestra brassicae, que ataca a los ajos y los corazones de las coles), el Gusano Cortador (toma este nombre del hábito de cortar las plántulas a nivel de tierra, masticando el tallo, y por supuesto, la Tuta absoluta del tomate, que merece un artículo aparte.
Cómo tratar una plaga de orugas.
El método más infalible y barato para controlar este tipo de plagas, es su captura manual, pero si el volumen de la plaga sobrepasa nuestras posibilidades o no llegamos a ver el culpable existen otras alternativas.
El tratamiento más recomendado es la aplicación de Bacillus thuringiensis, un insecticida específico para orugas de lepidópteros, no tóxico, y que por tanto, es inocuo para personas, mascotas y otros insectos.
Bacillus thuringiensis, es en realidad una bacteria presente de forma natural en el suelo que es capaz de producir una serie de toxinas que paralizan el sistema digestivo sólo de este tipo de insectos.
Su aplicación es sencilla, es necesario diluir entre 1-2 gr por litro de agua, según la intensidad de la plaga, y pulverizar por toda la planta. Es conveniente iniciar el tratamiento cuando las orugas son todavía pequeñas y no son tan voraces.
Una vez controlada la plaga, para evitar que en el siguiente año nos vuelvan a aparecer sería conveniente rotar los cultivos, ya que plantar año tras las mismas hortalizas en las mismas parcelas supone asegurar la comida para las nuevas generaciones de los insectos plaga.