Que las hortalizas tienen necesidades
distintas de riego y de abonado es un hecho que cuesta un poco
asimilar, especialmente al principio. Vivimos en un mundo donde lo
medimos casi todo y, además, nos hemos acostumbrado a ello: la
medicación, una cada ocho horas. Para tal receta, 100 gramos de eso
y 200 de lo otro.
En el huerto, las cosas no funcionan
así, y creo que lo más simple es interiorizar que, igual que
tenemos una amiga que odia la cebolla en las ensaladas o un amigo que
no soporta el queso, cada hortaliza tiene sus particularidades
respecto al abono, que es lo que nos ocupa hoy aquí.
Es interesante dividir el proceso de
abonado en tres fases distintas: la inicial (en la que prepararemos
el suelo para los nuevos cultivo), la de mantenimiento (en la que
empezaremos a dar apoyo a aquellas plantas más exigentes en
nutrientes), y la vitamínica (que les dará un “plus” a aquellas
que así lo necesiten).
Por experiencia, puedo afirmar que uno
de los motivos por los que muchos principiantes fracasan en sus
cosechas es por considerar que “en la tierra” habrá suficiente
alimento para todo el cultivo. Nada más lejos de la realidad.
Además, si cultivamos en macetas, cada vez que reguemos de más y
salga líquido por los agujeros de drenaje, estaremos perdiendo
nutrientes del sustrato.
Qué hortalizas consumen más
nutrientes
Tal y como explico en el vídeo,
algunas variedades consumen más nutrientes que otras, y en el huerto
de verano, las estrellas son las más tragonas: tomates, pimientos,
berenjenas, calabacines, calabazas, melones y sandías son como aquel
primo que sigue comiendo cuando todo el mundo está ya en los
postres.
Por norma, todas las hortalizas que
producen más de un fruto son más consumidoras de nutrientes que las
que sólo forman uno (como las lechugas, espinacas, zanahorias,
cebollas o rabanitos). Vivirán también durante más tiempo en
nuestro huerto, con lo que habrá que alimentarlas a menudo durante
su estancia.
Y es por todos estos motivos, que la
sección de abonos de Planeta Huerto es tan amplia e incluye multitud
de opciones. De todas ellas, os explico las que me han funcionado
correctamente y por qué lo han hecho así.
El abonado inicial
La preparación o reciclaje de un sustrato antiguo debería incluir siempre una dosis generosa de abono
para sustituir los nutrientes que los cultivos anteriores habrán
consumido. En este punto soy muy fan de utilizar compost, estiércol
o humus de lombriz, especialmente en aquellas macetas que se han
compactado mucho. Lo primero que hago es remover la capa superior del
sustrato (vaciándola parcialmente para poder hacer lo mismo con el
sustrato del fondo), de tal manera que, al finalizar, todo el
sustrato esté descompactado y suelto.
Añado el abono en el tercio superior
de la maceta, removiéndolo ligeramente para mezclarlo con el
sustrato. Al iniciar el cultivo, las raíces de las plantas empezarán
a crecer en esa zona, y cuando lleguen más abajo, el propio abono
habrá empezado a filtrarse hacia la parte más baja, donde también
serán capaces de encontrarlo.
El abonado de mantenimiento
Podemos encontrarlo en formato sólido o líquido, y hay que establecer una periodicidad (normalmente,
quincenal) para aportarlo con el agua de riego. Hay quien les llama
abonos balanceados, porque aportan todos los nutrientes en el mismo
porcentaje, y empezaremos a añadirlos a partir de seis u ocho
semanas al inicio del cultivo.
¿Tan pronto, tan rápido? Pues sí, es
necesario al cabo de, relativamente, poco tiempo de haber
trasplantado, porque no solo las plantas los habrán consumido en
gran parte, sino que también se habrán perdido por los agujeros de
drenaje.
Para algunas hortalizas, este aporte
quincenal será suficiente para finalizar su ciclo, y por ello
podemos optar también por utilizar el mismo abono que al principio
(el humus, el compost, o el estiércol inicial). Bastará con
incorporarlo superficialmente y remover ligeramente para que se vaya
incorporando con el agua de riego, ya que, probablemente, tardaremos
muy poco en poder cosechar esa hortaliza.
Los abonos específicos
¿Quién no ha envidiado en alguna
ocasión a esa vecina con un precioso balcón lleno de geranios en
flor? El secreto que a veces no se comparte radica en un correcto
pinzado de las plantas para favorecer que duplique su crecimiento
pero, sobre todo, en un abonado rico en potasio, uno de los elementos
que la planta necesita en más cantidad para producir flores.
Ese mismo aporte extra (en plan
“vitaminas”) es el que agradecerán las plantas, que vivirán
durante más tiempo en nuestro huerto. Las distintas formulaciones
que encontraremos en el mercado responden a las necesidades
específicas de cada una de ellas.
Los abonos son el alimento de las
plantas, lo que realmente las hace crecer, hacer más flores y
engordar sus frutos; lo que les da fuerzas para estar más sanas, al
igual que en las personas lo es una alimentación sana y equilibrada.
Una planta bien alimentada siempre será más fuerte ante la
aparición de una plaga, y a menudo nos olvidamos de ello.
En nuestras manos está que a nuestras
plantas no les falte todo aquello que necesitan.